miércoles, 19 de octubre de 2011

No podía ser peor


-    Apellidos.
-    Castaño
-    ¿Qué más?
-    Andrés
-    ¿Fecha de nacimiento?
-    5 de junio de 1979.
-    ¿Padres?
-    Dos
-    ¡Claro que dos, gilipollas, te pregunto cómo se llaman!
-    Dolors… Bueno, Dolores y Paco.
-    ¿Tienes hermanos?
-    No, soy hijo único.
-    Por eso…
-    ¿Por eso qué?
-    ¡Por eso eres así de idiota, tonto del culo! Si tuvieras un hermano mayor ya te habría metido una buena paliza. Estarías en una silla de ruedas y no harías las gilipolleces que vas haciendo por ahí. ¡Llévatelo!

El segundo policía obedeció, agarró al detenido por el brazo y lo condujo hasta la celda de la comisaría. El Castaño estaba hecho polvo, con el cuerpo lleno de magulladuras, sintiéndose un perfecto acabado. En ningún momento había imaginado que las cosas podían terminar de esa manera… pero sí, al parecer, podían.


Todo había empezado el miércoles por la noche después de gastarse lo-que-le-quedaba-para-pasar-el-mes tomando birras con los cuatro amigos de siempre. A golpe de caña, la conversación se había ido degradando hasta alcanzar uno de esos momentos en que cada cual saca lo mejor de sí mismo. El López, para variar, sugería ideas que era mejor no escuchar pero que rápidamente animaban a todos.

-    ¿Por qué no montamos un chiringuito en el Caribe y nos dedicamos a vender mojitos y a vivir de puta madre tomando el sol? ¿Eh? ¿Qué me decís? Si queréis nos pillamos alguna putilla de esas baratas que hay al otro lado del charco para que nos vaya haciendo favores y a correr…
-    No hay putas baratas en el Caribe – aseguró el Iván.
-    ¿Qué coño sabrás tú si no has estado nunca?- insistía el López.
-    Bah, allí se aprovechan de los guiris, eso es así, lo sabe todo el mundo.
-    Yo creo que nos forramos antes si atracamos un banco.

Por supuesto, Marc no lo decía en serio, pero el López reaccionó como si lo estuviera considerando.

-    ¡Eso Marc! ¿Tú de bancos controlas, no? Sabes cómo son por dentro y tal…
-    Nos disfrazamos de conejos como en la peli aquella…
-    No eran conejos, eran presidentes de los EEUU.
-    Bueno, es igual. Nos disfrazamos y punto.
-    Eso, que da más miedo.
-    ¿Tú qué dices Castaño? ¿Te rajas?

El Castaño no había abierto la boca, no porque se rajara sino porque la borrachera le impedía seguir el ritmo de la conversación.

-    Vale, lo que queráis.

Todos se rieron de él.

-    ¿Qué pasa Castaño, te duermes?
-    ¿Quieres que te cantemos una nana? ¿Llamamos a mamá?

El López, como siempre, era el más cabrón… 

-    A ver, vamos a pensar en algo que esté a tu altura, que a ti un banco se te queda grande…
-    ¡Qué gracioso! Habría que ver los huevos que le echarías tú a la hora de la verdad. 

Podría parecer que Castaño se estaba rebotando pero no, conocía demasiado bien al López como para cabrearse por algo así. Además, si se cabreaba, el López se emocionaría y todavía sería peor.

-    Algo de tu medida… ¿por qué no le robas las joyas a tu mamá? Uy, uy… ¡Qué miedo! ¡Si te pilla, te perseguirá con la escoba!– todos se rieron y comentaron la ocurrencia del López.
-    Eres un imbécil…

El Castaño levantó la jarra brindando por el imbécil del López y agotó el líquido que quedaba en ella. Después se levantó, cogió la chupa, insultó un par de veces más a sus amigos y se largó de allí.

Las cosas como son. El Castaño llegó a casa medio deprimido y totalmente borracho así que, al meterse en la cama, empezó a darle vueltas a la cabeza, literal y metafóricamente hablando. Estaba en las últimas, solo, sin un duro, hacía 4 días que tenía que haber pagado el alquiler y, lo peor de todo, no tenía trabajo. A la mañana siguiente, cuando se levantase, no sabría qué hacer con su vida… Pero por suerte, era jueves y los jueves le tocaba ir a comer a casa de sus papás.

Aquel jueves el Castaño llegó con una resaca importante. Dolors había preparado un sopa y Paco le esperaba sentado en la mesa, con la tele encendida. Mientras comían, Dolors trató de averiguar cómo le estaban yendo las cosas a su hijo pero el Castaño esquivó el tema con un “Ssshhh… No oigo las noticias”. A partir de ese momento, todos se centraron en la sopa y en la rabiosa actualidad.

El silencio de sus progenitores hizo que al Castaño se le disparasen las ideas. Tal vez el López no iba tan mal encaminado… Tal vez había alguna solución que no hiciese mal a nadie y que, sin embargo, le ayudase a salir del bache… Tal vez…

A las cuatro menos cuarto, sus padres marcharían a trabajar así que a las tres y media el Castaño bostezó con mucho ruido, se acomodó en el sofá y cerró los ojos. Puntualmente, a las cuatro menos cuarto oyó cómo su madre decía “Déjalo, que está dormido”. Segundos más tarde, la puerta de la entrada se cerraba con suavidad.

El Castaño se puso en pie. Miró a su alrededor e imaginó cómo se desarrollarían los hechos… Llamarían al timbre. Él abriría la puerta. Entonces, uno de los asaltantes se abalanzaría sobre él. Él trataría de quitárselo de encima y se pelearían por el pasillo pero entre los dos conseguirían reducirlo. Le atarían las manos, le sentarían en el sofá. Uno se quedaría amenazándole con un cuchillo y, mientras tanto, el otro robaría las joyas de su madre… Puerta, pasillo, manos, cuchillo y joyas. Bien, lo tenía claro.

El Castaño se acercó a la entrada y a partir de ese punto fue golpeándose violentamente contra la pared hasta llegar al salón. Allí se movió con fuerza como si luchara contra el hombre invisible. Fruto de la pelea, tiró un jarrón, rajó un cuadro y se abrió una brecha en la cabeza contra la mesa del comedor. Después se centró en manosear el contenido de todos los cajones. De uno de ellos, extrajo un hilo de pescar con el que se rodeó las muñecas hasta dejar marca. Acto seguido fue a la habitación de sus padres. Procedió con el armario tal y como había hecho con los cajones de manera que la ropa quedó desperdigada por toda la estancia. Finalmente, se acercó a la cómoda, abrió el joyero y cogió todos los anillos, broches, collares y pulseras que había en el interior. Los metió en el fondo de su mochila asegurándose de que no podrían verse a simple vista. Luego se sentó en el sofá y llamó a la policía.

-    ¿Dónde estaba usted?
-    En el sofá, durmiendo.
-    ¿Llamaron directamente aquí, al piso, o primero llamaron por el tele-portero?
-    No, no, llamaron directamente al piso. 

Mientras un agente registraba la casa, el otro le interrogaba. El Castaño respondía con total seguridad. 

-    Llevaban identificaciones de Seur y venían con un paquete en la mano así que abrí la puerta sin dudar. – siguió el Castaño.
-    ¿Podrías describir a los dos sujetos?
-    Sí, pues como les he dicho, uno era más bien bajito, pero fuerte y el otro alto… no tan fuerte.
-    ¿Podría describirlos con más detalle? A ver, empiece por el bajito.
-    El bajito… sí claro, pues era moreno, llevaba un poco de perilla, una camisa de cuadros marrón… - el Castaño se quedó callado unos segundos al darse cuenta de que estaba describiendo al López. – No, no era perilla, era más bien barba, barba de dos, tres, cinco días.

El policía alzó la vista para mirar al Castaño fijamente. El Castaño, se acojonó.

-    ¿De dos días o de cinco?
-    ¿El qué?
-    La barba.
-    De cinco, yo diría que de cinco.
-    ¿Algún rasgo que sobresaliera por ser algo fuera de lo normal?
-    Mmmm… no, diría que no.
-    ¿Y el alto?
-    El alto tampoco.
-    Descríbalo.
-    Sí, era alto, de corpulencia normal, como la mía, pelo corto, normal, moreno y llevaba una camiseta negra.
-    ¿Raza?
-    Normal.
-    Blanca, querrá decir.
-    Sí, sí. Como tú y como yo, vaya.
-    ¿Algún rasgo…?
-    Nada. – interrumpió el Castaño.- Un tipo normalito, normalito.

En ese momento, Dolors y Paco aparecieron en el piso. Dolors se asustó al ver la herida que su hijo tenía en la cabeza, Paco parecía más preocupado por el desorden que presentaba la casa. Mientras el Castaño explicaba a sus padres lo que había ocurrido, los dos policías tomaron algunas fotos y acabaron de anotar todo lo que faltaba. También pidieron a la familia Castaño que estuvieran pendientes del teléfono ya que se pondrían en contacto con ellos cuando tuvieran alguna novedad. Después se despidieron pero antes de salir, el policía que había interrogado al Castaño se volvió hacia él.

-    Una pregunta: ¿cómo se ha hecho las marcas que tiene en las muñecas?
-    Ah, me inmovilizaron con hilo de pescar.
-    ¿Cuánto tiempo estuvo inmovilizado?
-    Todo el rato.

Dolors vio las marcas que tenía su hijo en las manos y pegó un grito.

-    Dios mío, hijo. ¿Qué te han hecho?
-    Está bien. – dijo el policía. – Estén atentos al teléfono.

Paco aseguró que así sería y los policías se fueron de allí.

Después de consolar a sus padres y ordenar el piso, el Castaño cogió un autobús. Conocía una tienda en el pueblo de al lado donde pudo vender la mitad de las joyas. Eso le permitió irse a la cama con cargo de conciencia pero también con 3000€ más. El seguro lo cubriría y todos saldrían ganando… pensó… y aquel pensamiento le permitió cerrar los ojos y dormir en paz.

Cuatro días más tarde, la intranquilidad llamó a su puerta. Al abrir, se encontró a los dos policías.

-    No se mueva. – pidió el poli que le había interrogado. – Así es como se encontró a sus asaltantes, ¿no es cierto?
-    Así es.- afirmó el Castaño.
-    Me he fijado que usted ha mirado por la mirilla antes de abrir… ¿Podemos pasar?
-    Claro.

El Castaño condujo a los agentes hasta el salón.

-    Tiene esto un poco vacío…
-    Es lo que da de sí el sueldo de camarero…
-    Ah, ¿es camarero?
-    Periodista, pero trabajo de camarero. Bueno, ahora mismo no, es una mala racha… ¿Quieren algo?
-    No, no, sólo hemos venido a hacerle una pregunta.
-    Ajá, digan.
-    Me quedé dándole vueltas el otro día… Dijo usted que le habían atado las manos con hilo de pescar.
-    Sí.
-    ¿Fuerte?
-    Bastante.
-    Tendría que ser muy fuerte para las marcas que tiene…
-    Sí, ya le digo, bastante fuerte.
-    ¿Le ataron con las manos delante de usted o detrás?
-    Detrás.
-    ¿Y dijo usted que le dejaron atado todo el rato?
-    Sí, mientras uno cogía las joyas, el otro me apuntaba con un cuchillo. Yo tenía las manos atadas y, en fin, cuando ya tenían las joyas se marcharon.
-    Sin más.
-    Sí, sin más.
-    ¿No le soltaron las manos?
-    No.
-    Entonces… ¿cómo pudo usted marcar el 112?
-    ¿Cómo?
-    ¿Que cómo pudo marcar el 112 si tenía las manos atadas?
-    Ah… - el Castaño titubeó.- Me las solté yo.
-    ¿Sabe? –dijo el policía mientras sacaba sus esposas- No, no sabe, claro que no. Se lo explicaré: es realmente difícil soltar un hilo de pescar cuando uno tiene las manos atadas detrás, en su espalda, y más considerando que el hilo, tal y como usted acaba de declarar, estaba atado “bastante fuerte”. Ciertamente ése sería dato suficiente para saber que usted ha mentido, aunque  también es cierto que yo tendría que argumentarlo bien en mi informe... Pero resulta que no ha sido necesario. ¡Me lo ha puesto usted muy fácil!
-    Claro, ésa era mi intención, señor agente. Todo lo que pueda hacer para ayudar en la investigación…
-    Y ha ayudado, hijo, ha ayudado. Es usted muy fotogénico.

Al Castaño empezaron a temblarle las bolas… de las pantorrillas.

-    De verdad, quedó muy bien retratado… - el policía cambió su sarcasmo por la absoluta seriedad- Quedó muy bien retratado por la cámara de seguridad de la tienda en la que vendió las joyas. Y eso me lo ha puesto muy fácil porque no deja ninguna duda de que usted es el ladrón. Así que vamos a detenerle ahora mismo mientras mi compañero le lee sus derechos. Por favor, si es tan amable de darse la vuelta… Voy a esposarle con las manos en la espalda… y esta vez, va a ser de verdad.


Y de esta manera tan extraña y peculiar es como el Castaño había llegado hasta aquella celda acusado de simular un delito, algo que sus padres habían acabado de confirmar cuando los agentes les mostraron las joyas y ellos las reconocieron como propias.

Ahora al Castaño, le dolía más que el cuerpo, el orgullo. Sin duda, estaba siendo una muy mala racha… pensó. Las cosas no podían ir peor… De repente, oyó una risita que le sonó familiar.

-    Chss, chss… ¡Castaño!

El Castaño se acercó a los barrotes y buscó en el vestíbulo exterior. Cuál fue su sorpresa al ver en primera fila, junto a sus padres y al policía que le había detenido, al Iván, al Marc y al López…

-    ¿Qué haces ahí dentro, mamón? ¿Lo has hecho sin nosotros? ¡Te vamos a hostiar cuando salgas, por capullo! Mira que robar el banco sin nuestra ayuda… ¡Ah, no, un banco no! ¡Que al final le has robado a mamá!

Y los tres se partían de risa… Ahora sí, pensaba el Castaño… ¡No podía ser peor!


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